El lunes 24 de junio de 2024, de 20:00 a 21:00 horas, en la sede de la Asociación de Vecinos de Cádiz, se hablará de eros, sexualidad y amor con la escritora italiana Oriana Guarino, quien ha elegido Andalucía como su segunda patria. La ocasión es la presentación de su quinto libro, una novela titulada “Nicole y Aline, el otro eros”, su primer libro traducido al español.
Hablar de eros y sexualidad, describir situaciones sexuales sin caer en la vulgaridad o en descripciones demasiado voyeristas no es fácil, así como tampoco lo es transmitir algo profundo y reflexivo dentro de una historia verdadera, una de esas historias que te atrapan, a veces casi policíacas, con acontecimientos, muerte, suicidios, vida, viajes, personajes principales y secundarios, y todo eso. No es fácil, pero Oriana Guarino lo ha intentado y, según nuestra opinión, lo ha logrado.
Si comenzamos por el título “Nicole y Aline, el otro eros”, parece que la novela habla de sexo y, en particular, entre mujeres. No se puede decir que no sea verdad, pero eso vale como primera lectura, en un nivel bastante inmediato y superficial. Hay otros niveles en esta novela, mucho más profundos y muy diferentes entre ellos, niveles que el lector tendrá que descubrir por sí mismo, según su propia sensibilidad.
Primero, podríamos revelar que este eros no es denominado “otro” por las descripciones de sexo entre mujeres o situaciones eróticas en las que los sujetos no son solo dos o algo similar; es llamado “otro” con respecto a lo que la gente generalmente piensa que es eros.
Eros no es el amor romántico, es algo indefinible, algo que puede surgir en contextos raros, como en una mirada o una situación particular. Una palabra puede ser erótica, o una charla, si es auténtica. Eros puede también surgir desde una insatisfacción, por la que un ser humano insatisfecho busca algo más, lo que la gran poetisa griega Safo describía.
Estoy aquí - escribe Safo - en la antesala del Paraíso, vestida solo de deseo. Cierro los ojos, un paso hacia ti. El Infierno. Las llamas envuelven nuestros cuerpos, la piel tiembla, el corazón late a ritmo de danza. La sangre hierve. El viento calla, abro los ojos… tú no estás. Yo no estoy.
Eros, entonces, como pérdida de nosotros mismos.
Los antiguos escritores griegos, cuando describían el origen del universo, ponían a Eros como una de esas fuerzas primigenias, un dios inmortal que vive también en la naturaleza humana, generando abandono, entrega, la pérdida de la mente y la sabia voluntad. Eros es una fuerza que perturba, que quita la razón, llegando más allá de la razón. Y quizás solo en esta convulsión de todo nuestro ser, dentro de este viento destructivo, ocurre algo definible como Eros.
De manera irónica - porque el estilo de la autora mezcla ironía y sentimiento - la protagonista muestra su continua decepción: en lugar de encontrar ese Eros divino y perturbador, tropieza con seres normales y corrientes, simples portadores, como ella dice, de “menudencia”, de algo ridículo, colgante, inútil, algo de lo que los hombres están tan orgullosos; hombres que no saben mirar ni entender lo que puede gustar a una mujer, hombres ciegos, vulgares. Por eso, ella se pregunta: ¿quizás solo una mujer puede entender lo que desea otra mujer?
Si a lo largo de la novela se habla de posiciones, delante, detrás, colgados de las lámparas de techo, es solo para ironizar sobre todo este mundo. La protagonista está buscando, en realidad, la llave para encontrar a otro ser humano, quizás buscando en lugares equivocados.
Otro tema muy importante en la novela es el del viaje. Eros es como un viaje tras el cual quien parte ya no será el mismo de antes. El viaje, así como el submarinismo que la protagonista describe a lo largo de la historia, es muy simbólico. Son actividades que permiten ver las cosas desde otra perspectiva: de esta mirada, de esta inmersión (agua, ojos) es posible no regresar, no sumergir más.
El verdadero final de la novela es obviamente abierto, quizás no es un final, es un comenzar. El lector tiene que elegir cómo se acaba o sigue la historia.