Al terminar de leer la excelente novela de Oscar Lobato titulada” Las lágrimas de Iliria” me vino a la cabeza una frase de Marina Mayoral : “ al lector hay que darle un texto resuelto, no tus experimentos ni tus fracasos”. Estamos acostumbrados a leer narraciones monótonas y aburridas, algunas incluso con unas técnicas depuradísimas y exquisitas y recién sacadas de escuelas de escritura, que no tienen ritmo o que no trasladan de forma intensa las emociones, y que cuestan terminar de leerlas, pues te mecen como a un bebé hasta dormirte. En cambio este libro, a caballo entre el género policíaco y de aventuras, está lleno de sobresaltos que te agitan el corazón y te sumergen dentro de la trama, debido a que están enmarcadas en un compás trepidante. Aquí una pelea, un enfrentamiento, un disparo o un bombardeo no es un enunciado frío o una descripción rápida para salir del paso y pasar a otra escena sino, todo lo contrario, es un seguimiento instante a instante de la acción de forma detallosa, realista y precisa que se proyecta fuera del texto y acompaña al lector para posicionarse en medio de la refriega, con lo que puede sentir en su propia piel las urgencias, la desazón, los nervios, el miedo, el horror y el sufrimiento de los personajes. En esta obra el autor consigue que nos impliquemos emocionalmente con las situaciones que describe y que desarrollemos nuestra capacidad empática y de comprensión social ante las desgracias o el dolor de la vida de otros que exploramos y descubrimos en nuestra lectura.
La trama está basada en hechos históricos, verídicos, y se desarrolla en concreto durante el desmembramiento cruel y cainita de la antigua Yugoslavia. Refleja la difícil, casi imposible y heroica tarea de los cascos azules españoles en medio de ese conflicto tan cruento de interposición entre las partes, enfrentándose a los intereses de múltiples etnias, diversas religiones y ante una población que hablaba distintos idiomas y se sentía integrante de nacionalidades antagónicas y heterogéneas. El narrador en esa labor de acopio de materiales y datos se ha documentado exhaustivamente y no a la ligera como aquellas novelas históricas donde lo más importante es la trama y no los hechos comprobados y ciertos en el contexto que describe. En este caso, su pluma ha primado la rigurosidad absoluta pero, en cambio, el texto escrito con maestría no se pierde en ofrecer información que pudiese abrumar, sino que hila los eventos conforme va avanzado el argumento de forma muy sutil y fluida, con los que se convierten en elementos imprescindibles de la crónica narrativa y por lo que resulta una mezcla perfecta entre los acontecimientos reales y la ficción. El encadenamiento de la fascinante intriga tiene un nexo que cimienta todo el relato como es la búsqueda de una colección de diamantes históricos que se perdieron durante la dictadura de Tito y que aparecen en Bérgamo una vez acabada el conflicto bélico de los países eslavos.
Otro de los elementos que se destaca en este volumen es su rico, acertado y preciso vocabulario, con detalles que sorprenden como la utilización de polígloto en masculino, que es la forma correcta cuando se aplica esa cualidad a un hombre y que en la mayoría de las veces lo vemos incorrectamente escrito en femenino.
En definitiva este es un libro no solo entretenido y divertido, sino que transmite muchas sensaciones, sentimientos y emociones que solo los grandes artistas son capaces de conseguir inocular a su público. Y, a su vez, es un epítome, un recordatorio y una lección de los acaecimientos que se produjeron en los Balcanes, en el corazón de Europa, tras la caída del régimen dictatorial.