LAS BOYAS
En la playa, camino de apagarse,
el frío ha alejado
esta tarde a las parejas,
y la puesta de sol solitaria
se rebela sin romances
que muestren su rostro acaramelado.
Pero de pronto,
con el último rayo reflejado,
en la lontananza más lejana,
mi vista victoriosa
contempla dos cabezas,
entre llamaradas y olas,
que acarician mutuamente sus caras.
Dos boyas rojas se besan,
sin pudor ni vergüenza,
a pesar de su tono escarlata,
libres en medio de la inmensidad
como amantes en el mar,
vestidas con transparencias de agua,
recubiertas de caricias y algas.
Pueden ser nuestros pensamientos
que transportan nuestros cuerpos a distancia,
puede ser una locura pasajera,
mi mente fugitiva o mi fatiga
por andar descalzo durante tanto tiempo,
pero parece que me veo en el océano
contigo apretada a mi costado,
bañándonos en besos y cimbreados por las ondas
que se desatan, sin ninguna cortapisa,
en el flujo oscilante de las mareas.